Al menos desde que Hegel escribió sus Lecciones
de historia de la filosofía, en general se considera a Descartes como el
padre de la filosofía moderna, independientemente de sus aportes a las
matemáticas y la física. Este juicio se justifica, principalmente, por su
decisión de rechazar las verdades recibidas, p. ej., de la escolástica,
combatiendo activamente los prejuicios. Y también, por haber centrado su
estudio en el propio problema del conocimiento, como un rodeo necesario para
llegar a ver claro en otros temas de mayor importancia intrínseca: la moral, la
medicina y la mecánica. En esta prioridad que concede a los problemas
epistemológicos, lo seguirán todos sus principales sucesores. Por otro lado,
los principales filósofos que lo sucedieron estudiaron con profundo interés sus
teorías, sea para desarrollar sus resultados o para objetarlo. Este es el caso
de Pascal ,Spinoza Leibniz, Malebranche , Locke, Hume y Kant cuando menos. Sin embargo, esta manera de juzgarlo no debe
impedirnos valorar el conocimiento y los estrechos vínculos que este autor mantiene
con los filósofos clásicos, principalmente con Platón y Aristóteles, pero también Sexto
Empírico y Cicerón . Descartes
aspira a «establecer algo firme y durable
en las ciencias». Con ese objeto, según la parte tercera del Discurso,
por un lado él cree que en general conviene proponerse metas realistas y actuar
resueltamente, pero prevé que en lo cotidiano, así sea provisionalmente, tendrá
que adaptarse a su entorno, sin lo cual su vida se llenará de conflictos que lo
privarán de las condiciones mínimas para investigar. Por otra parte, compara su
situación a la de un caminante extraviado, y así concluye que en la investigación,
libremente elegida, le conviene seguir un rumbo determinado.
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